Reuniones de última hora, decenas de emails para contestar, llamadas que no puedes dejar para más tarde, las prisas por entregar la última versión de ese informe tan importante… ¿Os suena de algo?
Todos aquellos que pasamos gran parte de nuestra vida trabajando en una oficina y/o viajando por negocios tenemos una asignatura pendiente: no dejarnos llevar por esta corriente de responsabilidades para dedicarnos un tiempo a nosotros mismos. Vamos respondiendo a las necesidades que nos van surgiendo a diario sin detenernos a analizar qué está pasando y por qué actuamos así.
Lo que ocurre cuando entramos en este rol es que cuesta mucho más aprender a controlar nuestra propia vida. Por ello, es tan importante un diálogo interno cuestionándote qué es lo que quieres y cómo conseguirlo, a fin de vivir plenamente y sentir que tu vida profesional y personal te llena. Precisamente ahora en verano, coincidiendo con las vacaciones donde baja el ritmo y volumen de trabajo, disponemos de más tiempo para nosotros. Momento idóneo para revisar qué preguntas nos estamos haciendo.
Por inercia, tendemos a preguntarnos sobre temas más bien negativos: qué sorpresa desagradable me espera hoy, si mi hijo se despertará enfermo o sin ganas de ir a la escuela, pensar en la interminable lista de tareas pendientes a hacer y que sabes que no podrás acabar, etc. Desde un punto de vista de evolución humana, el cerebro siempre ha tenido la necesidad de estar en alerta y prever el peor escenario, ésta es una de las funciones de nuestro cerebro reptiliano. Sólo hace falta remontarnos muchos años atrás cuando el hombre tenía que sobrevivir en la naturaleza expuesto a múltiples peligros.
Pero ese instinto lo podemos ir ordenando poco a poco: con preguntas positivas que busquen el control de nuestros actos podemos mejorar mucho nuestra calidad de vida. De modo que dejemos de pasar horas delante del televisor mirando programación que no nos aporta nada. Dediquemos un tiempo en silencio y reflexión para ver cómo podemos relacionarnos mejor con nuestros hijos, con nuestra pareja, pensar en cómo progresar en el trabajo, conseguir aquello que te propusiste, disfrutar de los ratos de ocio y ayudar a los demás… En definitiva, vivir una vida que nos llene más, una vida inspirada, en lugar de una vida desesperada.
Razonando todos estos aspectos, dejaremos de vivir de un modo muy limitado donde sólo respondemos a instintos. Y tened por seguro que con esta voluntad podremos solucionar aquello que nos propongamos o al menos ser mucho más felices.
Así que si queremos vivir una vida más plena, debemos revisar las preguntas que nos hacemos porque son estas preguntas las que determinan la calidad de nuestra vida.