Para muchas personas, el trabajo forma parte de sus vidas como un mal menor (¡o, en algunos casos, como un gran mal!) y lo viven como un trámite o un peaje que hay que pagar para poder disfrutar de un fin de semana y seguir viviendo.
Esto es así porque no ha habido una evolución real de cómo es el trabajo en los últimos 50 años. Sin lugar a dudas ha mejorado la seguridad en el trabajo, han mejorado las condiciones laborales en general, los equipos, las instalaciones, en algunos casos los salarios, pero sin embargo seguimos anclados en un paradigma de gestión algo arcaico: “para producir más hay que trabajar más horas, en estas horas solo puede haber trabajo y este además tiene que ser serio”.
Lo que nos demuestran las distintas empresas y fundadores de compañías es que ha de haber algo más: un equipo de trabajo que se lleve bien, buenas relaciones interpersonales y realización en el trabajo. En definitiva, ha de existir la posibilidad de ser nosotros mismos y realizarnos como personas.
En el estudio realizado en 2008 por Heaphy, E. & Duttom J.E., Positive social interactions and the human body at work., se muestra que cuanto más se fomenta la socialización del equipo de personas y las interacciones cara a cara entre ellos, mayor es el grado de compromiso de la personas y su nivel de energía en el trabajo, lo que les lleva a una mayor capacidad de focalización y consecución de resultados.
En resumen, cada vez existen pruebas más evidentes de que la felicidad en el trabajo y la realización, en lugar de crear un entorno de peor rendimiento (como muchas personas y managers creen), acaba por generar un entorno de mayor rendimiento y por tanto también de mejores resultados económicos. Tanto es así, que es muy probable que en pocos años nos extrañemos de cómo las empresas no tenían en cuenta a la hora de planear sus acciones el potenciar y medir la felicidad en el trabajo.
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