Reunionitis Aguda: Dícese de la necesidad imperiosa y poco provechosa que tienen algunos jefes o responsables por reunir a toda o parte de la plantilla de su empresa en torno a la sala de reuniones para hablar, hablar y hablar y… y así hasta que él quiera terminar de hablar. ¿Estás convencido de que tu jefe padece de este mal tan molesto para los trabajadores? ¿Te gustaría poder decirle que, por muchas ganas que él tenga de hablar y de contar su vida, tú tienes cosas mucho más importantes que hacer? Si a ti también te dan ganas de vengarte de tu jefe y contarle cómo castraron a tu gato Angus, mientras él prepara ese informe tan importante que debe enviar en 10 minutos a los inversores de la empresa, seguro que esta carta te resultará tan familiar como inspiradora. ¡Toma nota!
«Estimado jefe…
Quiero que aprendas a ser claro, conciso y directo. Basta ya de reuniones eternas que empiezan hablando del tiempo y terminan con el maravilloso penalti que tu hijo de 10 años consiguió pararle al pichichi de su liga el pasado sábado. ¡Mi tiempo es oro y lo necesito para poder hacer mi trabajo! Me gustaría que esas reuniones tengan una agenda perfectamente planificada, con todos los puntos que deben tratarse y el tiempo estimado. Esa fascinación extraña que tienes por las reuniones absurdas y sin fin, también llamada ‘reunionitis aguda’, no ayuda a que tengas todo el trabajo hecho encima de tu mesa al finalizar el día. Creo que si nuestras reuniones fueran mas eficaces, quizás no nos haría falta salir de la oficina después de las 19:00 h cada día.
Quiero que, en el caso de que decidas convocar una reunión, me avises con antelación para poder planificar mi trabajo y me avances de qué vamos a hablar. ¡No más reuniones sorpresa que te dejan el corazón en un puño! ‘¿Me querrá echar la bronca por algo? ¿Me va a despedir? ¿Su hijo ha fallado un penalti decisivo en el último minuto y se quiere desahogar?’ Entiendo que a veces hay que improvisar pero que sea la excepción, no la norma.
Quiero que seas comprensivo conmigo y no me exijas que, después de cada una de tus eternas reuniones, te entregue ya mismo ese informe tan importante, que debería haber estado haciendo mientras tú me contabas las batallitas de tu hijo pequeño o las últimas perlas de tu familia política. ¡Te pido solamente la mitad de la paciencia que yo tengo a diario contigo! ¡Qué digo, me basta solo con un tercio!
Quiero no tener que asistir a reuniones de trabajo inútiles, sino a las que son útiles. Así trabajaré más y no menos. No quiero que, como siempre, acaben convirtiéndose en monólogos internos donde el jefe usa a las personas de su equipo para desahogarse. Y si, de vez en cuando, nos preguntas qué nos parece ese asunto importante que nos afecta a toda la empresa, ¡sería una genial iniciativa!
¿Y si hacemos que no sea obligatoria ninguna reunión? Así cuando las convoques tendrás que esforzarte en que sean útiles y nos sirvan a todos.
Simón
Librería John Silver»